La idea de un hombre bueno y
sencillo que vive pacíficamente sin molestar nadie no surge con Rousseau. En la
Antigua Grecia, especialmente durante los siglos II-IV a.C., los cínicos buscaban
alejarse de la artificialidad para llevar una vida más natural y (según creían)
más auténtica. El cinismo es una manifestación bastante radical de la
filosofía, y bastante incomprendida. Pese a que actualmente el término “cínico”
nos hace pensar en una persona mentirosa y que comete actos vergonzosos, lo
cierto es que los cínicos originales eran personas frugales que trataban de
vivir con lo mínimo indispensable y de forma parecida a como lo haría un
animal, sin ningún tipo de lujo, ya que
pensaban que así hallarían la felicidad. Así, proponían la necesidad de la
autoafirmación individual frente a una sociedad alienante y que coaccionaba al
individuo. No seguían ningún tipo de ley porque afirmaban que éstas son e
carácter local, y ellos se consideraban ciudadanos del mundo.
Uno de los cínicos más conocido
es el griego Diógenes, que vivió hacia el siglo IV a.C. como un vagabundo por
las calles de Atenas (se decía que habitaba en un barril), convirtiendo la
pobreza extrema en virtud. Se cuenta de él que en una ocasión Alejandro Magno
se le puso delante, diciéndole que podía pedirle todo cuanto antojara y se lo
concedería; por toda respuesta Diógenes le pidió que se apartara porque le
tapaba el sol.
Ahora bien, ¿es posible alcanzar
la felicidad viviendo de esta manera? ¿Sin ningún tipo de lujo y llevando una
vida propia de un animal? Tal vez, en el caso de que nunca hubiéramos conocido
lujos y pensáramos que nuestra forma de vida (es decir, el cinismo) es la única
posible. Sin embargo, si hemos visto más allá, nos resultará imposible o, al
menos, muy difícil: aunque pensemos que no necesitamos nada más que lo
indispensable, en el fondo siempre querremos algo más. Hasta Diógenes asistía a
banquetes de forma ocasional. Somos hombres y, como tales, no podemos
limitarnos a vivir entre basuras y comer restos de comida que encontremos
tirados por el suelo, mirando con desprecio a todos los que no imitan nuestras
costumbres y considerándonos superiores por vivir de forma tan frugal; si
mantenemos un estilo de vida similar a éste, queramos o no, creo que nuestra
condición de seres humanos queda rebajada. Personalmente, no creo que vivir
según los principios del cinismo me ayudase demasiado a alcanzar la felicidad.
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